Los biomarcadores de imágenes pueden contribuir a la prevención

La heterogeneidad de la patología en el deterioro cognitivo leve y la enfermedad de Alzheimer plantea problemas importantes para la prevención y el tratamiento, pero es probable que la intervención en el estilo de vida tenga un beneficio genérico. En AAIC2020, Susan Landau (Universidad de California Berkeley, EE. UU.) Consideró cómo las imágenes de amiloide y tau contribuyen a la comprensión del fenómeno.

La prevención consiste en actuar dentro de una ventana de oportunidad, pero también se trata de hacer coincidir diferentes grupos de personas con un tratamiento que sea relevante para su patología.

La ruta clásica de la Enfermedad de Alzheimer (EA), que subyace a los criterios A/T/N de la investigación del Instituto Nacional sobre el Envejecimiento (NIA por sus siglas en inglés) y la Asociación del Alzheimer (AA por sus siglas en inglés) en marcadores biológicos 1, comienza con la deposición de amiloide-β (Aβ) y se mueve a través de la acumulación de tau. A esto le sigue la neurodegeneración, en la que hay disfunción sináptica, deterioro metabólico y atrofia cerebral, lo que finalmente provoca una exacerbación del deterioro cognitivo y la demencia.

Dirigir a tau es una estrategia prometedora porque la tau está muy relacionada con el deterioro cognitivo

 

Muchos no encajan en el marco clásico

Pero el cuadro pintado por Susan Landau en AAIC2020 Virtual era considerablemente más complejo. Algunas personas encajan en el marco, pero otras no, enfatizó.

Primero, la EA diagnosticada clínicamente no es equivalente a Aβ anormal; y esto ha contribuido a las dificultades experimentadas con los ensayos de fármacos modificadores de amiloides. Las personas con EA que son positivas para Aβ tienen más probabilidades de ser portadoras de ApoE4, tienen menos de 75 años, son mujeres y muestran un mayor deterioro cognitivo que aquellas que son negativas para Aβ.

En segundo lugar, hay muchas personas en las que el camino hacia el diagnóstico de EA implica patologías mixtas o que no implican tau o Aβ. Nelson et al han sugerido recientemente que, mientras que alrededor del 40% de la EA diagnosticada clínicamente se explica por amiloide y tau, el 25% es atribuible a enfermedad vascular, el 17% a TDP-43 y el 12% a patología de alfa-sinucleína/cuerpos de Lewy2.

En tercer lugar, una tau anormal y el Aβ anormal no siempre van de la mano. Dada la evidencia de que el amiloide precede a la tau, pocas personas tienen tau, pero no amiloide. Pero aproximadamente un tercio de las personas que son positivas a Aβ tienen tau en el rango normal.

Las imágenes de PET tienen como objetivo identificar un perfil patológico que se beneficie más de la intervención en el estilo de vida

 

Beneficio del cambio de estilo de vida independiente de la patología

Muchas personas se encuentran en algún punto a lo largo de la vía clásica amiloide/tau. Para estas personas, es apropiada la exploración de terapias anti-amiloide y anti-tau. Y apuntar a tau es una estrategia prometedora porque la proteína aberrante parece estar estrechamente relacionada con el deterioro cognitivo conforme pasa el tiempo. Con base en los datos de cohorte de Mayo Clinic, Jack et al concluyeron recientemente que la tau-PET anormal no es compatible con la cognición normal.3

Sin embargo, para todas las personas con una mayor probabilidad de desarrollar EA, independientemente de la patología, es probable que la reducción de los factores de riesgo del estilo de vida sea útil, argumentó el profesor Landau.

Por lo tanto, el estudio actual de US POINTER, basado en el éxito del estudio FINGER,4 enrolará a dos mil adultos mayores en riesgo. Un subconjunto tendrá imágenes de resonancia magnética y PET para medir Aβ y tau, con el objetivo de identificar un perfil de EA clásica y patología cerebrovascular que probablemente se beneficie de la intervención multidominio en el estilo de vida.

Referencias

1. Jack CR et al. Alzheimers Dement 2018;14:535-62 

2. Nelson RT et al. Brain 2019;142:1503-27

3. Jack CR et al. Brain 2019;142:3230-42

4. Ngandu T, et al. Lancet 2015; Jun 6;385:2255-63